Pese a no creer en supersticiones, el viernes 13 de agosto de 1999 la desgracia tocó a la puerta de Marisol Garzón Forero. El asesinato de su hermano Jaime la obligó a asumir un rol para el que no estaba preparada: el de madre, hermana y víctima de un crimen que hoy sigue en la impunidad.
Pasadas las 5 de la mañana, Marisol Garzón Forero bajó a la cocina, encendió la radio, y en ese instante, uno de los locutores de Radionet hizo notar la carga de superstición que tienen los viernes 13. Escéptica a todo tipo de charlatanería y mal agüero, no prestó mayor atención al comentario. Sin embargo, dos horas más tarde recibió la llamada que le cambiaría la vida; un tanto alterada y con la voz entrecortada, su prima Consuelo le dijo: “¿Está oyendo Radionet?, ¡Mataron a Jaime!”.
Con la muerte de su ‘Cuchito’, como afectuosamente le decía a Jaime, Marisol no sólo perdió al compañero inseparable que la llevó de la mano por la vida. Pese a ser la menor de su familia, de un momento a otro terminó convirtiéndose en la mayor, asumiendo responsabilidades que no estaba lista para afrontar: “Con mis hermanos Alfredo y Jorge lejos, la partida de Jaime me deja una sensación de absoluta soledad y un inmenso vacío. Nadie sabía que yo era su hermana, y después de su muerte yo lo fui todo; durante el entierro atendí a los medios, fui la mamá, la hija, la hermana, lo fui todo”.
UN LAZO INDISOLUBLE
Los Garzón Forero son una familia bogotana de extracción humilde. Fruto de la unión entre Félix Garzón Cubillos y Ana Daisy Forero Portela, nacieron Jorge, Alfredo, Jaime y Marisol. El matrimonio decidió establecerse en el barrio San Diego de Bogotá, en la que hasta hoy sigue siendo su casa. “Mi madre no quiso estar en un lugar que no fuera el centro de la ciudad, y hasta el último día de su vida se respetó su santa voluntad, ella dijo que sólo saldría de su casa con los pies por delante y así fue”.
Sin embargo, la muerte llegó muy pronto al hogar de los Garzón. El 23 de septiembre de 1968, cuando Marisol y sus hermanos eran unos niños, falleció su padre Félix Garzón y dejó en ellos un vacío irremplazable que los marcaría por el resto de sus vidas. “Mi mamacita quiso que Jorge fuera nuestra imagen paterna, a tal punto que era a él a quien le celebrábamos el día del padre. Pero Jorge le decía a mi mamá que ella no se había quedado viuda porque Jaime era el vivo retrato de mi papá”.
Desde entonces Doña Daisy crió a sus hijos bajo la idea de que tenían que cuidar unos de otros y llevarse mutuamente de la mano. Dada la cercanía de edad, Jaime y Marisol crearon un vínculo especial que se hizo más estrecho en el momento en el que Jorge y Alfredo abandonan el país. Los dos que se quedaron se hicieron responsables del cuidado de su madre: “Yo siento que Jaime fue mi compañerito, fue mi apoyo en los momentos más difíciles, me dio la mano siempre, y yo le di la mía cuando más lo necesitó. La hermandad es un lazo que no se rompe nunca; uno puede tener un ex marido, pero nunca un ex hermano”.
No obstante, la muerte de Jaime no sólo deja a su hermana el dolor por la pérdida de un lazo irremplazable. El 17 de julio de 2007, después ocho años de una profunda depresión, falleció su madre Daisy Forero, quien no quiso volver a salir de su casa como consecuencia del asesinato de su hijo. “Mi mamá se encerró ocho años tratando de entender quién había matado a su gordito”, recuerda Marisol.
EL COMPLOT TRAS EL ASESINATO
Después de enterarse de la muerte de su hermano, Marisol se dirigió al barrio Quinta Paredes, al lugar preciso donde se chocó la camioneta de Jaime después del atentado. “Ese día un pensamiento fugaz me hizo preguntarme por qué había tantos militares en la zona”, asegura. Diez años más tarde, se hace la misma pregunta que aquella mañana: “¿Quién fue tan estúpido de asesinar a un hombre tan bueno como Jaime?”.
Aunque sospecha de quienes son los responsables de la muerte de su hermano, Marisol prefiere no hablar mucho del tema, “porque como decía mi mamá, yo me amaño mucho viva”.
A pesar de que la justicia colombiana condenó a Carlos Castaño Gil a pagar uno a uno los 38 años que Garzón tuvo de vida, la idea de que el extinto jefe paramilitar fuera el único responsable del homicidio de Jaime no le resulta convincente. “Ésa es la salida fácil al problema: a mi hermano lo mata Castaño, y a Castaño lo matan después. ¿Quién ha visto o tiene pruebas de de la muerte de Castaño?, aunque su cuerpo no quedó en las mejores condiciones, Colombia pudo ver que a Jaime sí me lo mataron”.
Marisol Garzón está convencida de que detrás del asesinado de su hermano hay alguien más: “Sabemos que los paramilitares son los mandaderos de otros y detrás de eso hay muchísima gente, gente de la que uno se aterra. En el desarrollo del caso hubo 40 hipótesis que no fueron tenidas en cuenta”.
Alfredo Garzón considera que el caso de Jaime, refleja que hay toda una maquinaria para desviar las investigaciones: “Hoy la fiscal encargada se demora meses en poder ir a Itagüí para entrevistarse con los vinculados al proceso. La extradición de los jefes paramilitares representa un obstáculo. Si a la fiscal no le dan un tiquete para ir a Medellín mucho menos uno para ir a Nueva York”.
Para Marisol, la única solución que existe para que crímenes como el de su hermano dejen de ocurrir es que surjan periodistas como Jaime: “Si son muchos les tocaría matarlos a todos”. Marisol tiene la corazonada de que el caso no quedará en la impunidad. “Dios es justo con sus hijos más amados y en el caso de Jaime va a haber justicia”.